De mi persona es muy poco lo que puedo decir, pues no tengo títulos académicos y tampoco hice nada sobresaliente, ni en la escuela ni en los trabajos que alcancé a desempeñar. Sólo puedo contar que la literatura y la filosofía me han apasionado desde mi adolescencia, y que las controversias sobre la validez del darwinismo me han brindado la oportunidad de poner por escrito lo que he aprendido y lo que pienso sobre los dogmas de la ciencia oficial. También quiero aprovechar este espacio para promocionar mi página web en Google titulada eldarwinismoesunfraude.com, donde he podido extenderme sobre estos temas, incluyendo los fogosos debates entre ciencia y religión. Como es natural, también en mi página encontrará el lector un lugar donde pueda expresar sus propias opiniones, las cuáles revisaré con mucho gusto.
Paul Kammerer fue un biólogo famoso acusado de manipular el resultado de varios experimentos enfocados a demostrar la veracidad del lamarckismo. En el año de 1926 un prestigiado herpetólogo confirmó la falsificación de un experimento en un ejemplar disecado del sapo partero. Cansado de ser señalado como posible falsario durante largos años, e incapaz de desmentir la corroboración de un fraude denunciado por el herpetólogo, Kammerer termina suicidándose, no sin antes escribir varias cartas declarando repetidamente su inocencia. Después de revisar múltiples fuentes sobre su historia, he llegado a la conclusión de que, efectivamente, hay fuertes argumentos para sostener que fue deshonesto. Sin embargo, también existen indicios de autenticidad en varios de sus experimentos, sobre todo ahora que el lamarckismo está resurgiendo con renovados bríos y cuando, además, se han descubierto valiosos ejemplos donde la propia naturaleza confirma algunos de sus alegatos más controversiales. Me parece oportuno revisar nuevamente la historia de Kammerer no sólo para confirmar que la realidad es siempre más compleja de lo que parece a simple vista, sino también para entender como funciona la evolución, y como es que los darwinistas han estado promoviendo, durante los últimos cien años, una narrativa totalmente equivocada sobre el modo en que funcionan los cambios en la herencia.